LA CASA DE LA PRESA

A Mercedes Ballesteros

Nunca fui a la escuela, salvo un año, porque vivía junto a mis padres y tres hermanas en la casona de la presa del río Tajo, que suministraba de electricidad a varios pueblos de Toledo, Guadalajara y Madrid y dista nueve km. del pueblo más cercano. Eran los años 50, los de mi niñez, los de la patria de la infancia para siempre. Aunque la presa del Pontón Grande estaba situada en el término municipal de Noblejas, a éste no le abastecía de luz, algo incomprensible o extraño para mi entendimiento  de niña. Durante el tiempo libre de su trabajo y el domingo como día de descanso -cuando no tenía guardia-, mi  padre se empeñaba en enseñarnos a leer y a escribir a mis hermanas y a mí, lo mismo que había hecho con numerosos hombres del pueblo –entonces había mucho analfabetismo-, no porque fuera maestro, sino porque había estudiado en un convento y poseía buenas dotes para la docencia. Mi padre decía que sus hijas éramos las alumnas más díscolas que había conocido, pues con frecuencia nos cansábamos y protestábamos de su enseñanza prolongada, contando en todo momento con el apoyo verbal de mi madre, que siempre le parecía más útil vernos bordar o tejer el esparto, que hablar de incomprensibles sustantivos, verbos y adverbios.

En la gran casa de dos alturas junto a la presa, vivían seis familias, dos de los jefes en la fachada oeste y cuatro de los subalternos en la fachada este. Una amplia lonja y un camino ancho nos separaba del edificio de maquinaria que controlaba el salto de agua para proporcionar la luz, luces que divisábamos en la noche de dos de los pueblos cercanos en la Mesa de Ocaña. Junto a la puerta principal, cuatro crecidas acacias daban sombra en verano y se despojaban gentilmente de las hojas en invierno para permitir que los rayos de sol llegaran a nuestras ventanas. En torno a la casa había una buena extensión de tierra parcelada en huertos, para que cultivase cada familia de la prensa. Nuestro huerto era siempre el más floreciente, porque particularmente mi madre se encargaba de cuidar todas y cada una de las tareas por hacer: riego, fumigación, escarda, poda, labrantío… Nuestros tomates eran los más brillantes, nuestras peras, las más jugosas, y nuestros melocotones los más sabrosos y aromáticos. Con todas las hortalizas y frutos nos procurábamos una economía suplementaria, cuando los llevábamos a vender a los distintos pueblos de la Mesa. Mi madre era una gran mujer de negocios; con el sueldo de mi padre y los productos del huerto fue capaz de comprar pequeñas casas del pueblo medio derruidas y abandonadas, para levantarlas poco a poco con la ayuda de dos jóvenes alarifes, y con el sueño de tener un hogar propio cuando le llegara la jubilación de su marido y obsequiar con una vivienda a cada una de sus hijas a medida que se fueran casando. La gente del pueblo –cuando no la envidiaba- admiraba su tesón y sentido del trabajo. Mi madre llegó a hacer un apreciable patrimonio inmobiliario en Noblejas.

El trueque de zanahorias, higos y peras de nuestro huerto, por melones y sandías del cercano Colmenar de Oreja o Villaconejos, era otra costumbre entre la gente de la presa con los lugareños de esos pueblos aledaños. Lo mismo hacíamos con los huevos de nuestras gallinas y el vino de los vecinos. Todo era una infancia feliz, en la que nunca pensé si éramos o no pobres, porque no nos sentíamos tales y en sentido estricto tampoco lo éramos. Mi madre sabía coser y mis hermanas y yo aprendimos pronto, por lo que nuestros vestidos eran siempre primorosos cuando los lucíamos en las fiestas de Noblejas. Toda nuestra distracción en la casa de la presa era la radio con sus interminables seriales dramáticos, los cuadernos de dibujo –hoy soy pintora- y los libros de cuentos, por lo que la lectura fue el paraíso de la imaginación en nuestra niñez.

Estaba claro que mi padre era el intelectual de la casa y mi madre la ecónoma de la misma. Una conjunción perfecta para la marcha de nuestra familia numerosa. Como ya dije, solo un año acudí a la escuela de Noblejas, el de mi primera comunión, porque debí prepararme en las clases de doctrina cristiana en la iglesia, para poder recibir el sacramento. Viví durante un año en casa de mi tía Mercedes, una buena mujer, pero yo echaba de menos a mis padres, a mis hermanas y a la casa de la presa, donde sentía que, desde la naturaleza abierta, el planeta Tierra era más mío y, en la noche, el universo se hacía más misterioso cuando miraba las estrellas del firmamento. Me acordaba de las bellas mariposas que brotaban presumidas en las jaras durante la primavera, de los abejarucos multicolores que dormían en los nidos de los cerros, de los abundantes albardines para obtener esparto, de las canteras de yeso cercanas… La Mesa de Ocaña es una tierra hermosa y gentil; la veguilla del Tajo, una bendición de Dios. Las estaciones del año están allí esculpidas a cincel: primaveras dulces, veranos tórridos, otoños frescos e inviernos congelados.

Todas mis hermanas tuvieron que pasar un año con la tía Mercedes para asistir a la catequesis de la parroquia y, de paso, acudir a la escuela de Noblejas. Era como un contrapunto a nuestra vida habitual en la naturaleza junto a la casa de la presa.

Solo en una casa como la de la presa se podía disfrutar de una vida espontánea y abierta como la nuestra. Algunos vecinos de la casa tenían hijos de nuestra edad y eso nos permitía conocer y ampliar lo suficiente el horizonte humano. Vivir la zozobra intensiva cuando Fernandito se perdió en el campo y no lo encontraron los vecinos hasta las doce de la noche, sin que dos de los subalternos pudieran abandonar la vigilancia de la presa, pese a su deseo de rescatar al niño. A punto estuvimos de pedir ayuda a la Guardia Civil. Otro atardecer memorable fue la mordedura de perro de una niña de la casa, por lo que hubo que buscar urgentemente al médico de un pueblo cercano, para que le administrara la inyección del tétanos; o la caída del burro de una de mis hermanas, que acabó de bruces en el camino de tierra y piedras, por lo que estuvo con la cara llena de heridas, primero, y de costras, después, durante todo un verano. El secreto mejor guardado fue el de mi hermana Pili, que una tarde se acercó al edificio del salto de agua y en un descuido de mi padre tomó su pértiga y bajó la palanca que permitía el suministro de luz a uno de los pueblos. Colmenar de Oreja estuvo a ciegas al menos un par de horas en la noche, hasta que se dio cuenta mi padre, quien  no comprendía como pudo haber sucedido. Quizás algún ave o ratón, explicaba. Mi hermana Pili guardo el secreto hasta su mayoría de edad. Pero la experiencia más terrible la tuve yo otra tarde, cuando paseaba por el camino terroso cercano al Tajo. Un bulto grande flotaba en el agua. Me fui acercando y me fijaba más y mejor en él. Parecía un hombre boca abajo. La corriente lo arrastraba mientras me palpitaba con fuerza el corazón. De pronto el bulto se detuvo ante el ramaje de un árbol caído en la orilla y se dio la vuelta. ¡Era un hombre! Di un grito y corrí a buscar a mi padre. Fueron tres trabajadores a rescatarlo. Hablaban entre ellos de un posible suicida. Yo no sabía qué era eso. Lo sacaron a la orilla y, cuando nos vieron husmear a los chicos, ordenaron que nos fuéramos a casa. Los mayores siempre nos privaban de los acontecimientos más intensos, pero yo ya había visto la cara del muerto. Aquel atardecer si lleó la Guardia Civil. No pude dormir aquella noche, más que a sobresaltos. La idea de la muerte, una entelequia literaria de los libros hasta entonces, había cristalizado ante mis ojos. La muerte como reverso de la vida. La muerte como fin de la existencia. La muerte como realidad palpable y cercana. El río se me antojó cruel y enemigo; la corriente del agua me pareció peligrosa, asesina. Nunca aprendí a nadar como mis hermanas, por más que se empeñaron mis padres. El rostro del muerto volvía a mis ojos. La tarde del ahogado acabó con la inocencia de la niña, con la candidez de la infancia.

*****

He vuelto a la casa de la presa y he sentido una punzada en el corazón de mis recuerdos. Iba con caballete, lienzo y tubos de óleo con la intención de pintar un cuadro sobre ella, pero no he podido. El gran edificio está destartalado, con puertas y ventanas desvencijadas o sin marcos; jambas arrancadas de su sitio y dinteles descuajeringados; los vanos abren el edificio a la inclemencia de la intemperie; las paredes interiores están pintarrajeadas y ahumadas por los fuegos furtivos que allí han encendido vagabundos, okupas, drogatas o prófugos. Nada que ver con el lugar paradisíaco que la casa de la presa fue durante mi infancia. La explanada que la antecede está invadida por matojos, cubierta de avena falsa, jaramagos, lechocinos o ranúnculos. Solo las malvas diminutas y los dientes de león ponen un toque de color en aquella maleza ocre y pajiza, que ha recubierto hasta el sendero que conduce a la puerta principal. Las acacias laterales han crecido tanto, que algunas ramas entran en el edificio o posan en el tejado para regocijo de gorriones y golondrinas que han instalado allí sus nidos. Las uvas de gato tapizan de verdín las tejas árabes maltrechas del tejado. La casa de la presa, tan añorada por mí, se ha convertido en un estafermo del pasado, un mastodonte decrépito en el que reina el abandono y la incuria. Una mole engullida por la broza y varada en el olvido. Pese a todo, la amo, aunque no pude pintarla aquel día. FIN

Julia Sáez-Angulo

 

Artículo de Beatriz Recuero Izquierdo a Mercedes Ballesteros.
Lcda. Historia del Arte y Cerámica artística.

BRILLA SU MIRADA

Brilla su mirada tras el caballete, se asoma Mercedes Ballesteros. Me analiza amable y tiernamente, muy concentrada.

En la intimidad de tu estudio el mundo nos encierra en suave veladura. Instantes en los cuales nada existe, salvo la observación, la luz, el color, interesantes conversaciones, tú y yo.

Valiente y constante, de talento natural, sin miedo a aprender. Mujer y artista referente a la hora de superar retos en tu personal universo y en el de las sagradas Bellas Artes.

Atiendes, recibes y emites la enseñanza de tu oficio vocacional, la pintura. Encarnas la inquebrantable grandeza de la humildad. En tus representaciones es notable la evolución. Siempre adelante.

Sobre la pequeña tarima que montaste, la perspectiva es crucial. Proponemos poses, recreamos escenas que serán inmortalizadas en el imaginario de tu obra. Subida y quieta he visto durante varios ciclos a través del cristal como los árboles cambian su vestimenta, sus hojas pasan por toda una gama de color, hasta que quedan desnudos. Primavera, verano, Otoño, Invierno… año tras año.

Desnudas las ramas, así me desnudo ante ti. No solo soy anatomía, soy un alma transparente que abre sus alas para abrazar tu inspiración.

A través de infinitos matices que impregnas y fundes en mi piel…

A través de contraluces recortados de complementarios, la luz en la sombra, la sombra en la luz…

A través de lo que ves y yo no sabía ver…

Me enseñaste a ser consciente del milagro del Arte y del valor de la amistad.

En tan grato clima, maravilloso entorno, la confianza va más allá de nosotras mismas. Nos vemos como somos realmente reflejadas ambas en el certero espejo del lienzo o del papel.

Figuras que habitan una atmósfera propia, tranquilas, relajadas, sensuales. Listas para que el público disfrute como lo haces tú cuando te sumerges en tu trabajo.

Y de repente el silencio se rompe, tu risueña voz :

— ¡ Qué bonita es la acuarela!—

—¡ Me encanta pintar!—

Acto seguido nos reímos las dos, porque todo está bien

Cuidas a los demás, me cuidas, pendiente de que no pase frío, aconsejándome constantemente que haga estiramientos para mi comodidad. Qué gran aventura y oportunidad es ser tu modelo. Qué suerte tengo.

¡Cómo explicar esta bonita complicidad! El tiempo se congela y se revela el más importante propósito de la existencia: crear, crear y crear.

Siempre contigo, Mercedes.

Gracias.

Bea.

18.06.2012 Mercedes Ballesteros, “30 Años en el Arte (1982 – 2012)” en  el  Centro  San  Clemente de Toledo. 
Publicación de Julia Sáez-Angulo y Dolores Gallardo en "la Mirada Actual".

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En el Centro Cultural San Clemente de la Diputación de Toledo se inaugura la exposición de pintura de “Mercedes Ballesteros, 30 Años en el Arte (1982 – 2012)”. El acto tendrá lugar el próximo jueves, 21 de junio, a las 19,30 horas de la tarde. La muestra permanecerá abierta durante los meses de junio y julio de 2012.

Julia Sáez-Angulo, miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, AICA, ha escrito en el catálogo:

“Mercedes Ballesteros (Noblejas. Toledo, 1946) adquirió desde muy joven un compromiso profundo con el Arte cuando, después de su pulsión inicial de abordarlo en la Escuela, mereció muy pronto matrícula de honor en Dibujo y beca de Modelado. Su empeño ha estado siempre en plasmar la realidad de la figura en una sintonía perfecta de ojo que mira y mano que ejecutora, a través del conocimiento y dominio del lenguaje.

No le han importado los géneros; para ella la emoción estética se expresa adecuadamente en dibujo, pintura –óleo o acuarela-, escultura, collage, grabado… Todas las técnicas al servicio de todos los géneros: figura –desnudo, retrato–, paisajes, marinas, bodegones, artes decorativas… La inteligencia de la artista sabe elegir en cada momento lo que desea hacer y en qué soportes o materiales llevarlo a cabo. Esta exposición en Toledo da cuenta de ello.

Treinta años de trabajo artístico constituyen una larga ejecutoria profesional que se traduce en numerosas exposiciones, premios, galardones y reconocimientos. En su gran taller, en su estudio madrileño, donde se ejerce la docencia del Arte, Mercedes Ballesteros trabaja cada día con una entrega gozosa. Cada cuadro es un reto de superación, una tarea imparable en busca de la excelencia.

La luz, clave de la pintura

“La luz me ayuda a componer en la pintura. Allí donde está la luz converge la mirada”, explica Mercedes Ballesteros ante sus cuadros. “En el retrato son muy importantes los movimientos del modelo porque son los que hay que reflejar en el cuadro. La fotografía es plana; la pintura, no”, añade.

El arte exige reflexión para plasmar el concepto de la mente en la materialidad de la obra artística. La autora toledana se plantea las formas y los volúmenes, disfruta en la aplicación del color y las texturas, juega con las apariencias en la pintura cuando refleja los mantones de Manila o los manteles bordados hasta llegar en ocasiones al trampantojo.

Mercedes Ballesteros es una artista que admira la pintura española del Siglo de Oro y le hace homenajes y guiños, cuando pinta algunos desnudos con espejo –ecos de la Venus velazqueña–, o jugosos bodegones de frutas entre cerámicas y vasos de cristal, en la línea de Sánchez Cotán o del dieciochesco Meléndez.

En medio de la amplia creatividad artística contemporánea, son muchos los que disfrutan con una pintura de factura clásica y tradicional como la de Mercedes Ballesteros. Es la que ella ha elegido con vocación y libertad, con seguridad sobre lo que hace y quiere hacer. Lo real se presenta como un interrogante y afrontarlo es un desafío.

La pintura ha sido calificada siempre como ilusionística, porque ofrece relieves visuales en la planitud del lienzo. La pintora toledana muestra ahora su quehacer artístico de tres décadas y confía en que, al contemplarlo, el espectador disfrute tanto como ella al hacerlo”.

02.12.2010 Mantones de Manila y bordados en la pintura de Mercedes Ballesteros (Blog "La Mirada Actual")

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Julia Sáez-Angulo.
Dos exposiciones en Madrid, una en la Casa de Cantabria y otra en Expo-Metro han dado cuenta de la pintura al óleo de Mercedes Ballesteros, en la que los textiles, principalmente los mantones de Manila y los bordados forman uno de los temas más compactos de su repertorio. Esta especialidad ha despertado interés en la ciudad histórica de Sigüenza (Guadalajara), donde llevará a cabo una exposición conjunta de pintura y ejemplares de mantones de Manila, que sirvieron de modelo.
Los cuadros de Mercedes Ballesteros muestran un detallado preciosismo a la hora de interpretar los ramajes y las flores bordadas de los mantones, por lo que el resultado es un cromatismo encendido sobre el lienzo y cierto trampantojo sobre la realidad representada: flores o pájaros procedentes de los bordados de seda sobre la tela.
Asociado en su nombre a la capital de Filipinas, el mantón de Manila llegó a España en el siglo XVI desde Extremo Oriente, a través de los barcos que llegaban de China a la entonces colonia española de Filipinas, desde donde partían, de nuevo en barco hasta España. Aquí hizo fortuna el mantón y enraizó entre las mujeres y se hizo presente en numerosos trajes regionales. La ruta de los barcos Filipinas-México-Sevilla fue la que introdujo el mantón por el sur en la península, donde paulatinamente se le añadieron los flecos.

De los dragones a flores y pájaros
Bordados a mano con sedas de distintos colores, representaban en principio dragones, faroles, bambú, pagodas y otros elementos de la China, pero paulatinamente se fueron adaptando al gusto español, tanto en Extremo Oriente como en las manufacturas españoles, que empezaron a fabricarlo y bordarlo con flores y pájaros, dado el buen mercado que tenía entre el público femenino.
Blancos, negros, rojos, azules, verdes, crema… todos los mantones bordados son signo de fiesta y alegría, máxime con el añadido de los flecos. El baile flamenco lo incorporó a su estilo, donde saber mover el mantón, sin engancharse o tropezar, es todo un arte. Aunque el mantón de Manila no es tan habitual entre las mujeres como lo fue, sí se reserva en la moda para realzar, por su colorido y primor, los trajes de velada o fiesta.
Mercedes Ballesteros (Noblezas. Toledo), como buena toledana que conoce bien el bordado de las lagarteranas, ha querido incorporar la plasticidad de las distintas caídas del mantón de Manila, así como el distinto colorido, a sus cuadros. Una especialidad muy de su pintura, que algunos han admirado como Pitita Ridruejo, una de las visitantes célebres de su exposición. Solo cabe esperar la futura muestra especializada y contrastada de pintura y ejemplares reales de mantones de Manila, que la autora presentará en la citada ciudad castellana.
El pueblo de Noblejas convoca todos los años un premio de Pintura al aire libre con el nombre de Mercedes Ballesteros.

16.11.2010 Mercedes Ballesteros expone en la casa de Cantabria

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Desde el pasado 16 de noviembre y hasta el día 30 del mísmo mes tuvo lugar la exposición de las obras de Mercedes Ballesteros en la casa de Cantabria de Madrid

04.11.2010 Expometro: Dos Técnicas - Dos Estilos

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Entre los días 4 y 26 de Noviembre tuvo lugar la exposición «Dos Técnicas – Dos Estilos» en la sala de exposiciones de «Expometro» y en la que pudimos apreciar tanto óleos de Mercedes Ballesteros como acuarelas de Pablo Reviriego.

09.05.2010 Celebrado con gran éxito el "I Certamen Nacional de Pintura Rápida Al Aire Libre Mercedes Ballesteros"

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El pasado 9 de mayo de 2010 tuvo lugar en la localidad toledana de Noblejas el «I Certamen Nacional de Pintura Rápida Al Aire Libre Mercedes Ballesteros», organizado por el propio ayuntamiento de Noblejas y con la presencia de la pintora Toledana, Mercedes Ballesteros.
El certamen contó con un gran número de participantes repartidos en varias categorías.

12.03.2010 I Certamen Nacional de Pintura Rápida Al Aire Libre Mercedes Ballesteros

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El próximo día 9 de mayo de 2010 tendrá lugar el «I Certamen Nacional de Pintura Rápida Al Aire Libre Mercedes Ballesteros», organizado por el ayuntamiento de Noblejas (Toledo) y al que da nombre la pintora Toledana afincada en Madrid, Mercedes Ballesteros.
El certamen está coordinado por el pintor abulense Pablo Reviriego Moreno

15.02.2010 Arranca la página oficial de Mercedes Ballesteros

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Desde mediados de febrero ya está accesible la web oficial de la artista toledana Mercedes Ballesteros, podéis encontrar desde sus datos biográficos hasta un gran número de sus obras.
Se puede visitar su extenso catálogo de óleos que abarcan multitud de temas, destacando los bordados y mantones de manila, los desnudos o sus paisajes.
La web se irá actualizando continuamente con sus últimas exposiciones, sus nuevas obras y con noticias de interés.